lunes, 14 de marzo de 2016

Introducción: Alfa

REM, LA NOVELA ONLINE
Introducción: "Alfa"







Rei abrió los ojos de pronto. Le había parecido escuchar un sonido (¿Pasos?), pero no estaba segura. Últimamente no estaba segura de nada. Sin embargo, como si se trataba de un reflejo instintivo, su mano se movió entre las frazadas, lentamente, hasta el arma que yacía bajo la almohada. Al principio pensó que se trataba (¿cuándo no?) de un sueño, y que no encontraría el frío metal bajo su cabeza, pero allí lo halló, como todo el tiempo, oculto y álgido en las inmediaciones del underground de su lecho indescifrable. Era el frío de la Muerte, protegiéndola. El frío que aún guardaba el tacto de los dedos de su noviecito desaparecido, sus huellas digitales ocultas en cada rincón, como si aquel asesino pedazo de chatarra hablara de él, a fin de cuentas.
¿Por qué la había ocultado bajo la almohada y no bajo el colchón? O en la mesita de luz. Cualquier sitio habría sido más cómodo y seguro. Aunque sabía que el arma no se dispararía por sí misma. Estaba trabada. Y las armas trabadas
(las carga el diablo)
no suelen dispararse solas. Sin embargo, se sentía más segura cuando era él quien la tomaba entre sus largos dedos, finos, ágiles y seductores. Dedos de músico. De estrella de rock. Dedos que habrían quedado perfectos en el mástil de una guitarra más que en el gatillo de una 45, o en las teclas de una computadora. Esos dedos sabían manejar más un revólver que los suyos, pequeños y torpes. ¿Es que él no se daba cuenta de eso? ¿No era capaz de notarlo? Habría estado mucho más a salvo si la hubiera dejado desarmada. Entonces, escapar resultaría un asunto fácil, sin la tentación de liberarse por la senda más rápida, corriendo el riesgo de echarlo todo a perder y acabar siendo el alimento de los peces deformes que nadaban en las profundidades de los muchos canales de Tokio. Es que no...
(escucha...)
Abrió los ojos muy grandes, y las luces de la ciudad que entraban por la ventana dibujaron paisajes en sus pupilas bordeadas de azul. Había escuchado. Había notado aquello que su mente ya sabía mucho antes que ella. El sonido. El sonido de nuevo, pero mucho más cerca. Un sonido que no venía del pasillo, sino de la habitación continua. De la pequeña sala de aquel apartamento de segunda. Alguien caminaba despacio
(toc... toc... toc...)
para no hacer ruido. Alguien que probablemente buscaba el maldito papel que ella guardaba en el bolsillo de aquella ridícula (sexy, según Daniel) ropa interior que le había obsequiado antes de irse, con un bolsillo particularmente ubicado en la parte de atrás, donde podría guardar el pequeño documento sin miedo a que...
(¿A qué? Vamos, Rei... ¿Realmente creíste que sería tan fácil? ¿Te revisaban los pantalones, no encontraban nada y se iban con las manos vacías..?. ¿Pensaste que sería así? ¿En serio te comiste ese estúpido cuento? A veces puedes llegar a ser muy idiota....)
Suspiró, y presionó con más fuerza el frío (ahora más calido) metal del arma bajo la almohada. Pensó que las cosas estaban poniéndose demasiado densas para su gusto, y realmente no era aquello lo que había planeado. Porque si ella...
Un nuevo sonido detuvo todos sus pensamientos de golpe. Fue un instante de movimientos automáticos. Como si un destructivo rayo hubiera impactado de pronto contra su cerebro, exterminando con su poder todas las cosas que antes pasaban por su cabeza. Y de pronto todo aquello que parecía importante se esfumó, arrastrándola a la realidad de la manera más cruel y directa que se pudiera esperar.
El sonido era su móvil. Ubicado sobre la mesa de luz, empezó a vibrar y emitir aquella vieja canción de Manson que antes adoraba, pero que en ese instante odió con toda su alma. La luz de la pequeña pantalla exterior pareció un sol resplandeciendo en aquel rincón del dormitorio, y de golpe todas las cosas tomaron un escalofriante y pálido matiz. Un color totalmente diferente. El augurio de una razón distinta.
El mundo en aquel cuarto era su enemigo… y quería destruirla.
Tomó el aparato con agilidad y lo calló. Después, guardó silencio. Notó que los pasos en el cuarto continuo –por supuesto– habían cesado. Probablemente la persona que estaba allí, fuera quien fuera, intentaba oír lo que ocurría en esta habitación. Sabía que había encontrado su presa. El demonio estaba hambriento, y ella era carne fresca. Ahora no había más tiempo. Los relojes de su cuerpo se habían detenido en una hora peligrosa. Debía actuar. No tendría otra oportunidad. Miró con rapidez la ventana, pensando en la mejor forma de tirarse por ella, sin recordar apenas que estaba en un tercer piso y que las cosas no eran tan fáciles como creía, pero de todos modos no pudo llevar a cabo ni ése ni cualquier otro plan, porque la puerta del cuarto se abrió con un lento y lúgubre chirrido –irritante a sus oídos–, que la obligó a hacer lo único que era capaz de hacer desde la cama. Aquello que hacía cuando era niña y la asustaba la rama que golpeaba contra la ventana de su dormitorio, extendiendo brazos esqueléticos de dedos
(finos, largos y ágiles… como los de una estrella de rock)
que parecían querer atraparla a través del cristal. Se tapó con las frazadas hasta cubrir su cabeza, y sacó con cuidado la virgen arma que yacía bajo la almohada. Aquél fálico cilindro de metal que esa noche acabaría por robarse la vida de alguien. Ella, o la sombra en el dormitorio.
Y los pasos comenzaron a avanzar de nuevo. Porque ya se sabe que las sábanas son una ilusión falsa, estúpida, sin sentido, y que no la protegerían ni de un fantasma, ni de un mortal. Así de simple. Ella estaba condenada, y era todo lo que sabía. Ella estaba jodidamente condenada.
(toc… toc… toc…, Rei)
La niña sonrió en su mente. La niña volvió a sonreír, como sonreía a veces. Sonrió de esa forma especial que siempre destilaba oscuros augurios. «Algo malo va a pasar», parecía decirle. Algo muy malo, Rei…
Y los pasos en el cuarto se detuvieron junto a ella. Podía sentir su presencia, tan cerca que le habría bastado estirar la mano para poder tocarla. El bullir de su respiración excitada, como la de un lobo que está ansioso por comerse a la pequeña oveja. La figura trasluciéndose a través de las sabanas. La sombra de pie a su lado, y un rostro que no llegaba a distinguir, la observaba directamente a través de la tela. Aquella mirada era lo único que traspasaba todos los márgenes de su imaginación, apuntando justo a sus ojos. Y un escalofrío la hizo preguntarse si la estaría viendo, después de todo. ¿Sería eso posible?
(escucha...)
Rei tensó todos sus músculos al mismo tiempo. El dedo en el gatillo estuvo preparado, aguardando el más mínimo movimiento.
(escucha...)
El tiempo se detuvo. El mundo dejó de girar por un instante. Ya no era de noche, ni de día. No había estrellas, ni sol, ni lluvia, ni viento. El silencio se hizo presa de todo su entorno (a excepción de ese maldito silbido de aturdimiento en su oído que le impedía concentrarse).
Durante un momento no pasó nada más.
La figura quedó de pie, respirando como lobo.
Ella quedó tensa y asustada, aguardando como un cordero.
La niña rió en su mente…
(escucha...)
¡Cállate!
La oscuridad se apoderó de todo. Un tintineo sonó a lo lejos. La ciudad durmió su siesta inmensurable. Los segundos pasaron….
(uno… dos… tres…)
La sombra siguió de pie, inerte como un cadáver. Cada vez más silenciosa y lejana.
Pasó tanto tiempo, que Rei empezó a sentirse cansada. La sombra a su lado seguía (¿seguía?) allí, pero ella empezaba a notar que la distinguía cada vez menos. Como si fuera engullida por la oscuridad. Como si la noche se hiciera presa de su presencia. Y empezó a cuestionarse si después de todo no sería parte de su imaginación.
Quizás no había nadie allí.
Quizás…
¿Por qué, Daniel? ¿Por qué te has ido? ¿Por qué no vuelves? Sabes lo peligroso que es para mí esta soledad… Sabes lo difícil que me lo pone. Tú lo dijiste: Mi mente es mi propia enemiga. Entonces… ¿por qué me dejaste sola, con ella?
¿Por qué?



Y en ese momento pasaron tres cosas. Tres cosas al mismo tiempo. Tres cosas en un mismo instante. Tres. Simplemente tres. Y las tres se complementaron para darle un desenlace a aquella locura. Las tres, sin excepción, fueron necesarias.
Rei sólo tiene en la cabeza una de ellas. La primera.
Al filo del alba, con una sombra inerte mirándola a través de la fina cortina de sus frazadas, mientras mantenía los dedos quietos en el gatillo de un arma que le hablaba de aquel chico que la dejó con sus delirios y su mente, su móvil sonó de nuevo…

…y es todo lo que recuerda.









1 comentario:

  1. Yo tuve la suerte de ser la primera en leerlo ya q le ayude a mi esposo a corregirlo y me encanto la trama es muy buena les va a gustar en el mejor de los casos encantar,,, no se van a arrepentir de leerlo,, después de leerlo pongan me gusta si es asi , comenten y compartan,,, aaaa se los contaria pero les arruinaria la entretencion

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